La Unión Europea, quizá contagiada de esa costumbre tan española que consiste en dejarlo todo para el final, ha tenido que hacer en un fin de semana algo que llevaba meses aplazando. Si la tardanza en atajar el problema de la deuda griega obedecía a un intento de lanzar un mensaje tranquilizador al mercado, en el sentido de que tampoco era para tanto, la premura mostrada estos últimos días pudiera estar enviando el mensaje contrario.
Y si el mercado no se creyó demasiado el primer recado, parece que este último sí ha sido convenientemente leído. Si el gran damnificado por el tema griego ha sido el euro, ¡qué mejor manera de valorar la supuesta solución al problema que echando un vistazo al comportamiento del Euro/Dólar en el día posterior al anuncio del plan de rescate!
La respuesta, visto lo que se lleva de sesión en el mercado de divisas, no parece muy positiva. La primera lectura no ha despertado, desde luego, entusiasmo entre los operadores. Es cierto que la tendencia bajista que el Euro desarrolla en el medio plazo respecto al Dólar no se va a esfumar en un día (recientemente cifrábamos como premisa ineludible la superación de los cada vez más lejanos 1,38 dólares), pero también lo es que el anuncio del plan de rescate heleno, de haber sido visto con buenos ojos, habría posibilitado cuando menos una sesión considerablemente alcista para la moneda europea.
Se podría decir que el personal anda con la mosca detrás de la oreja y que en el aire se barrunta que, a poco que se den las condiciones necesarias, el tema de la deuda soberana volverá a ser el pretexto idóneo para tirar hacia abajo del Euro y de los índices europeos más tocados. Y aquí es donde entra en juego nuestro Ibex 35, convertido, por una vez y esperemos que no más para estas cosas, en el mercado sobre el que gravitan miles de ojos de todo el mundo. Su debilidad adelantaba las dudas que sobre nuestro país y su capacidad de hacer frente a la deuda se han manifestado recientemente. La persistencia, o el agravamiento, de esa debilidad técnica en medio de un gran mercado alcista no tendrá ahora otra lectura que la de entender que las dudas persisten.
Y, si hay algo que el mercado odia sobre todas las cosas, eso es la incertidumbre. De momento, los grandes gestos europeos no han podido, visto lo visto, disipar las dudas. Habrá que aguardar acontecimientos y ver si la letra pequeña resulta más convincente que los titulares.